domingo, 10 de febrero de 2013

El Padre Alberto


Vivo en José C. Paz. Nací en un hospital a menos de 10 cuadras de donde vivo y fui a la primaria y secundaria en el colegio parroquial de la zona, a la vuelta de ese hospital.
Los colegios católicos en general (no conozco excepciones, pero supongo que las debe haber) no pertenecen a la Iglesia en su conjunto, sino a una determinada congregación. Las congregaciones son grupos de gente, mayormente curas y monjas, que se organizan de una determinada manera. Es algo así como "la familia" a la cual pertenece. Es más, cuando un cura firma algo siempre tiene que agregar al final las iniciales de la congregación a la cual pertenece, por ejemplo "Mons. John Yummykids M.S.F.".
Los colegios privados, por su parte y al menos en la provincia de Buenos Aires, tienen tres personas relevantes: el dueño, el director y el representante legal. Una misma persona puede tener varios de esos cargos.
El colegio en cuestión al cual yo iba pertenece a la congregación de los Misioneros de la Sagrada Familia (los dueños) y por regla general el párroco es quien auspicia de representante legal (que es algo así como el CEO del colegio, el director se encarga solamente de la parte pedagógica). En esa época quien era párroco era el Padre Alberto.
A pesar de ser un sacerdote medianamente importante, Alberto era un buen tipo. Lo poco que me acuerdo es que siempre estaba, que saludaba siempre, que parecía alguien muy accesible. Quizás alguno venga a decirme que habrá hecho cosas mal, puede ser, yo era un niño por ese entonces. Les dejo una autobiografía que calculo que habrá escrito por aquella época. Tiempo después me han dicho que "Cuando estaba Alberto se permitía hacer más cosas". Por supuesto, me lo dijeron en el ámbito de mayor confianza en un cuarto escondido.
Yo estaba en sexto o en séptimo, la verdad es que no me acuerdo. Y antes de que hagan predicciones, no, no se garchó a ningún pendejo. Creo que era un lunes. Se notaba algo de revuelo en el colegio. Los primeros rumores decían que habían entrado a robar, y además el Padre Alberto no estaba. Por mucho tiempo ese revuelo y la ausencia de Alberto fueron los únicos hechos asegurables. Todo lo demás fueron rumores, supuestos, rumores acerca de los supuestos y supuestos en base a los rumores. El consenso general es que se fugó con un remisero y que se robó plata de la escuela. Por lo que recuerdo de cómo se lo recuerda (o mejor dicho no se lo recuerda), me aventuro a decir que la parte del remisero es verdad, pero tengo mis serias dudas sobre si se llevó o no plata. Solamente puedo suponer, imaginarme al tipo con mucha presión, con incertidumbre o a alguien desconocido para mí, alguien a quien nadie conocía realmente. Pero me cuesta pensar que un párroco quien claramente prestaba más atención a la gente que a la liturgia se haya llevado dinero del lugar por el que hizo tanto. Quizás no hizo tanto, quizás el dinero simplemente estaba, quizás no había dinero y usaron eso de excusa, quizás el objetivo era solamente hacerlo quedar mal, quizás sí se lo robó para comenzar una nueva vida.
Pasaron un par de años y algunos familiares y amigos míos empezaron a decir con gran sorpresa haberlo visto por la ciudad. Eventualmente me lo crucé yo una tarde en la que iba a tomar el colectivo. Estaba más viejo y se había dejado la barba. Hoy en día se dice que trabaja en la municipalidad y se lo ve de vez en cuando. Va todos los años al bon odori, un evento importante de la colectividad japonesa a nivel de gran buenos aires.
Quizás esta historia no tenga un final acorde al largo del post, pero es una historia verdadera vista desde alguien de muy afuera. La verdad no la voy a saber nunca, y estoy bien con eso. Pero me gusta la versión de que el tipo dejó todo por un amor que él no estaba autorizado a sentir, y que varios años después no sin algo de miedo humano, le chupó un huevo lo que los demás piensen de él y volvió al pueblo que supo valorar las cosas buenas que hizo, viendo las otras cosas minúsculas al lado de sus aportes.
Si por alguna razón él está leyendo esto, que sepa que lo bancamos.

sábado, 2 de febrero de 2013

Creación y miedo


Hank Green dice que vivimos creando, que compartir nuestras creaciones con otros da miedo y que nuestra mayor creación somos nosotros mismos. Que da miedo crearnos y mostrarnos al mundo.
Vi Hart le responde que no le importa lo que los demás piensen de ella o de las cosas que hace, que ella no tiene miedo.
Esos dos videos son de hace unas semanas, y fue un momento en el que varias personas de youtube hicieron videos parecidos. Pero me voy a quedar con esos dos.
(por cierto, si quieren y se bancan que estén en inglés véanlos, pero no es absolutamente indispensable para los propósitos de este post)
Y me quedo con esos postulados porque es interesante lo que se obtiene. Es verdad que vivimos creando, y que nosotros somos producto de nuestra vida, específicamente de cómo reaccionamos con respecto a eventos que no elegimos que sucedan, o algo así. El resultado es algo, es cómo somos. Y como esto está basado en cosas que probablemente no están en nuestro control, nos da miedo. Nos afecta.
Por lo menos a mí me da miedo. No con todos, ni con todos al mismo nivel. Pero tengo que aceptarlo.
Pero no por eso voy a ser alguien que no soy. No voy a sufrir por la aceptación de otros. Si me aceptan que acepten quien soy. Da miedo, pero también me chupa un huevo.
El mejor ejemplo es este:
Cuando pasaba por mi adolescencia descubrí que no me gustaba bailar. No me gusta y punto. No obstante, hay eventos sociales en los que se baila. Así de simple. Casamientos, salidas a ciertos lugares, cumpleaños de 15, fiestas en general, cosas así. Tenía que elegir entre bailar, 99.5% de las veces música que no me gustaba, y ser el chabón aburrido. Elegí ser yo, el chabón aburrido cuando hay baile. Y en esas situaciones lo elijo siempre.
Un ejemplo más reciente es que descubrí que soy alguien que no suele reaccionar. Ante lo que muchos otros se lamentan o se horrorizan yo solamente me sorprendo. (ojo, no es que no haya cosas ajenas que hagan que me lamente o que me despierten horror, solamente que la barra está más alta para mí. E incluso en varias de esas situaciones no lo demuestro). En vez de preguntarme por qué, sufriendo por no ser como la mayoría de la gente, me alegro por tener la habilidad de ser The Wolf en ciertas situaciones.
Ser uno mismo es el consejo por excelencia para todo, y es por una buena razón. Pero conlleva saber quién es uno, y aceptar eso. No estoy hablando de no cambiar, sino de que ahora soy así. Quizás mañana me importe más otra cosa, y ese seré yo mañana. Estoy en construcción. Pero dentro de todo estoy tranquilo con quien soy, con mi producto. No voy a cambiar algo si no veo una razón lo suficientemente buena, y sí voy a cambiarlo si solamente hace mal. No soy perfecto, mucho menos arrogante al pedo, pero de todas maneras yo soy quien decido qué hace mal y qué no. Y no es fácil, pero es lo que hay. 
Y seguiré siendo yo, seguiré teniendo miedo unas veces y no me importará otras. ¿Pero saben qué? Es lo mejor que puedo hacer y, suertudo yo, es lo que quiero hacer.